No puse mi atención en el cuadro cuando llegué, tratando apenas de recuperar la respiración y la confianza, sacando la polvera para ver lo que le lluvia le había hecho a mi pelo, a mi sonrisa, a mi frágil belleza de 43 años.
No vi el cuadro porque la ausencia de Julián me entró por los ojos, me enfrió las manos, me calentó el rostro. Julián tiene ese efecto sobre mí, cerca o lejos, me fragmenta en sensaciones y contrastes. Hoy no está y es lo mismo.
Ahora el cuadro está encima de mí. Pienso que yo misma podría ser un cuadro, sentada en una banca en la galería, recortada contra el muro blanco, esperando.
Solo para poner mi mente en otra cosa, en otro tiempo, en otro lugar, me ocupo en tratar de recordar el cuadro. “Hay rojo, algo rojo”.
– «Blanco, igual, vino blanco» – respondo en…
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