Hablé a mi hijo del inicio del mundo,
de las maravillas que verá y
en nombre del comienzo hablé
de lo dulce y lo amargo de ser
bajo el murmullo de agua tierna de su tiempo no nacido
Del horizonte le hablé
esa línea que va de mi ombligo al suyo sin atarnos
hasta el amanecer hablé
con escritura nueva mi nuevo testamento
Del elíptico transcurso del amor hablé
como si nunca antes hubiera sucedido
“cada primer amor es el primero sobre el mundo”
dije: hijo.
Luego borré mis huellas
haciendo espacio a la nada
para nada dejar a sus espaldas
para que nazca sin peso que llevar a cuestas
ni penas añejas lejanas y ajenas
Antes de que en él se hiciera la palabra
borré estos versos para dejarle intacto
el silencio esperanzado de una hoja blanca