Ay de nuestras voces fragmentadas
en montones de bytes y bits basura
alimento del gran olvido
que multiplican nuestras huellas
y alargan nuestra sombras
Ay de los llantos ignorados
en el cementerio de los aullidos
en el altar de las mentiras
Ay del estante de los libros
opacado por capas y capas
de polvo de likes
Ay de las cosas que hemos fotografiado sin haber visto
cíclopes
con el único ojo entre las manos
Ay de los espejos traicionados
por filtros y máscaras instantáneas
con qué cara les decimos selfies
Ay de los paisajes
que nuestros dedos recorren
sin haber viajado
Ay de nuestros dedos,
cada vez más capaces
de pulsar
arrastrar
pasar
y no saben sostener el tallo de una flor
sin hacer click
Nuestro pequeños dedos esclavos
remando el barco
de los piratas del algoritmo
Ay de los que sabemos
que los objetos se encuentran más cerca de lo que aparentan
Y aún lo que aparentan es lo único que amamos
Ay de las efímeras celebridades
De sus fantasmas que rondan
las búsquedas
cada vez más lejos de la primera página
a donde van las ligas a la nada
Ay del alma domesticada
de las opiniones sin sustento
y las trampas de la fe que nos ciegan
y la fe en las trampas que nos ciega
Ay de los dioses negados
y los que inventamos
Ávidos de fe, sedientos de blasfemia
Ay de la ira justa que se disuelve
en pequeños arrebatos de “me enoja”
Ay de los silencios incómodos
que el emoticón rellena con pereza
Todo lo publicado ha firmado su destino
y será polvo digital tarde o temprano
Ay de nosotros perdidos y googleando
nunca será nuestra la suerte prometida