COSTUMBRES CENSURABLES: La lectura de tendederos

La lectura de tendederos es un arte impúdico y vergonzante. Ocurre en ese espacio de ambiguos términos y condiciones que son las azoteas, en el límite de la propiedad privada.

Allí se tienden hilos de los que – sin juicio ni debido proceso- se cuelga la ropa. Un acto necesario pero a todas luces riesgoso para la privacidad.

La tecnología, que todo lo hace negocio, especialmente la culpa, ha inventado la secadora para encapsular los signos y señales, inevitablemente íntimos, que forman las prendas expuestas a la mirada indiscreta.

Quienes no alcanzamos a pagar esos inventos o las cuentas de la luz que implican, vamos a los hilos a colgar pájaros textiles, alambristas involuntarios, velas de barco o fantasmas que penan al toque del aire.

Se conocen dos formas de leer tendederos, la primera es la que tiene por perverso propósito sacar conclusiones.

He escuchado esta afirmación alarmante: «El tendedero cuenta historias». Seguida de ejemplos delirantes: «La playera de futbol junto a la funda de la almohada provoca relatos sobre el sueño de un campeón». «Las sábanas blancas o de colores son personajes de cuentos de fantasmas a los que les duele el sol; partes de un dragón invisible que da lengüetazos al aire» o bien: «Aquel tendedero ha inspirado epopeyas de vuelos accidentales e imprevistos».

(«Tanga avergonzada por el ojo de un vecino, intenta suicidarse saltando al vacío» reza el titular en el periódico del barrio)

Hay quien afirma haber escuchado los gritos de auxilio de las camisas, mientras desesperadas estiran las mangas hacia los pantalones cuando amenaza la lluvia. Sea todo esto o no un mito, es cierto que en el tendedero, la ropa deja de ser ropa del montón y se encamina a ser ropa a secas.

La segunda forma de leer tendederos es más sutil pero no por ello menos condenable.

Se sabe que algunas melodías glorificadas por los críticos e igualmente, varios éxitos populares que se descargan ilegalmente y se comparten desmesuradamente y se repiten incesantemente, son en realidad plagios de la obra de lavanderas y señores lavanderos solitarios en chanclas y calzones, que con un arte que ellos mismos ignoran, hacen de los hilos del tendedero una pauta. Cuelgan tan armoniosamente los shorts y las faldas largas; con tan hermosa proporción las calcetas, que pueden ser leídas líneas de pizzicatos alternando alegremente tines, medias, calcetines.

Músicos sin inspiración dedican horas a anotar en libretas pentagramáticas la música del tendedero.

Apropian así la obra de inocentes que vuelven por la tarde con un cesto, donde echan ropa que ya ha cantado a los cuatro vientos.

Acerca de alxrubio

Curioso, indagador, indeciso vocacional. Autor de "De Diez en Diez. Diario de una cuarentena" Guitarra en "La Súper Cocina"
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